UNA MIRADA A CIERTO MUNDO JOVEN

Capítulo I: Radiografía

 

¿Qué voy a comunicar si estoy vacío?

Mi amigo Ángel tiene una cara de profunda preocupación. Sus ojos, mirando al infinito, detectan que por su mente y su corazón vuelan fantasmas negros de ansiedad. Se ha plantado en sus 26 años y se ha dado cuenta de que no tiene nada que le cautive y le llame la atención.
¿Cómo que no tienes nada?
- Nada, me dijo emocionado.
No me llena ni el dinero del sueldo, ni mi coche, ni siquiera mi novia.
Su mirada se tornaba tétrica y perdida en los abismos de su propia soledad e inutilidad.
-¿No has pensado alguna vez en el origen de tu malestar?
- Sí, muchas veces.
¿Y cómo te ves?
- Fatal.
Mientras pronunciaba estas dolorosas palabras, hacía unos esfuerzos inauditos por expresar algo que mereciera la pena.
Sin embargo, asomado a su "yo" profundo no encontraba nada digno de interés.

Soy un producto de las cosas externas

Desde hace diez años, todo ha entrado en mi como un vendaval novedoso. Lo he acariciado igual que te besa la brisa en los días veraniegos o primaverales.
Todo penetraba en mi como una nota brillante anunciando la felicidad. Creía en el misterio y en la fascinación que este vocablo provocaba en las fibras de mi interior.
Pero, como cuerda rota de violoncello, no acertaba a descubrir la melodía que había en mi mundo de dentro.

Lo externo me ha invadido

He dejado que lo externo invadiera mi ser entero.
Todos mis sentidos han sido como un gran embudo que se lo han tragado todo. No he digerido nada más que la parte epidérmica de las cosas y de las personas.
Me creía un chico progresista de esta sociedad. Sí, así nos ha ocurrido a muchos de mi generación.

La valía de tu persona

Ha existido - y existe- la concepción de que vale el chico o la chica que aguanta más horas en el baile o bebiendo o el que más veces se "tira" a...
Vale el que lleva en su cartera billetes, quien se deja llevar por las atracciones y los placeres fáciles del momento.
Esta escala externa de valores ha sido la medida de muchos amigos y amigas mías.

Y así nos encontramos

Cuando decía estas palabras, se le notaba en sus labios un cierto amargor de boca y unos ojos morenos desilusionados.
Poco a poco intentaba llegar a las profundidades de su ser personal.
Hacía esfuerzos porque apareciese a la superficie su propia identidad personal. Me encuentro como pájaro sin rumbo por el firmamento en un día claro de primavera. Noto que mis 26 años son como una hoja seca de árbol caída y a merced de los vientos.
¿Quién soy yo?
No encuentro nada positivo en mí, salvo un cuerpo desarrollado con capacidad para procrear. Pero poco más. Mi inteligencia está vacía como un volcán resecado por miles de años. Y ni siquiera tengo aquel ardor juvenil de mi primera juventud. Aquel estúpido " paso" de todo, me ha traído la ruina de mi propia y desilusionada existencia.

¡Maldito mundo consumista!


Angel tiraba balones fuera. Siempre afuera. Deseaba culpar a los otros y a la sociedad de sus males. Es el sendero fácil.
Angel,¿ tú tienes filtros para que en tu mundo entren tan sólo aquellas ideas, personas, mensajes, anuncios, bailes , chicas, diversiones, tacos, conversaciones vulgares y apartamiento de todo valor que te enriquezca?
No , no tengo nada más que un cuerpo que come, un coche que lo llevo a la deriva como medio de para huir de mí mismo, unos magníficos aparatos musicales al último grito de la moda, una vestimenta de marca y todo aquello que me ofrece este maldito mundo de consumo.

Mi familia

A pesar de que no es una familia rica, sin embargo, durante toda mi existencia de 26 años, han buscado que la vida me sonriera con una carrera para figurar en la sociedad. En lugar de buscar mi realización personal, todo me lo han dado hecho. Mi hijo no sufre nada. Tiene de todo. Puede codearse con gente de su clase e incluso superior.
¿Codearme? ¡ Vaya palabreja!
No te juntes con gente que no sea de tu clase, hijo mío. Vete con los tuyos. Busca, ahora que ya tienes tiempo y edad, una chica de buena posición social.
Y esas palabras, que ahora resuenan dentro de mí como hachazos de muerte hipócrita, yo las veía como lo más natural y bello del mundo. Todo lo que tengo es un amasijo de cosas externas indigestas. Ahora, te confieso que me arrepiento de la misma familia que me ha educado -¡ mentira!- en unos parámetros distantes de la realidad misma de la vida. Soy una "mierda" de joven.


La pandilla de amigos

Son pura ficción para llevar a cabo horas y horas incontables de "montárselo" bien- léase,  despreocuparse de todo y que el dinero y otras cosas no te falten- . Es gente superficial. No van a ti por lo que eres, sino por lo que tienes. Ciertamente, a esa edad no se nota que vayas creciendo. Y, sin darte cuenta- como yo- te plantas en tus 26 años, hora de decisiones claves para tu vida presente y futura.

Y entra la gran duda

¿Adónde voy a parar si no tengo cualidades interiores? Soy como un mar de 26 corrientes internas, pero vacías del agua limpia y purificadora. Me aterra tener que optar por algo que comprometa mi ser de por vida con alguien. Menos mal- dice Ángel- que me he dado cuenta, aunque tarde. Porque tengo ya compañeros y compañeras que se han casado buscando un refugio y una independencia.
Me aterra. No lo puedo remediar. Me pregunto en mi soledad qué será de esas personas vacías. Lo único y principal que llevan para estar juntos, es su epidermis. ¿ Qué van a hacer las 23,45 horas restantes del día y la noche? Me da miedo. No me han preparado esos ambientes consumistas para tomar una decisión.

¿Qué hacen dos seres vacíos juntos?

Florentino Ameghino , naturalista argentino ha sido una de las personas que más han influido en mi vida durante este mes último.  Sus palabras me han dejado impactado y me están ayudando como la luz bella del alba: "Una creencia destruida deja en nuestro espíritu un gran vacío. No debemos abandonar una creencia sino en el caso que podamos sustituirla con otra que creamos más próxima a la verdad".
Y vuelvo a la pregunta de este titular. Es una pregunta muy seria. Todos estos 10 años han sido un derroche de energías destructivas, diversivas, aparentes, sin sentido. ¡Y que esto lo cuente un joven de 26 años es como para echarse a llorar! ¡Ay de los grandes vacíos que almacenamos en nuestro espíritu!
No me avergüenza decir esto en nombre propio y en el de miles de mi generación. Hemos huido de la reflexión, de la contemplación de nosotros mismos para enfrascarnos en el mundo exterior.
Este abandono, poco a poco, ha ido creando en ti la desigualdad entre lo que tu corazón te pide y lo que has hecho con él durante este espacio de tiempo: maltratarlo y ajarlo antes de hora. ¿Cómo me voy a comprometer a vivir un vacío con otra persona que también está vacía? ¿Qué vamos a construir los dos juntos? ¿Tener hijos? Es fácil. Basta juntar dos epidermis.

La gran pregunta

¿ Qué vamos a aportar a esa criatura nueva? ¿Un juguete que alivie nuestra soledad y vacío durante cuatro o cinco años? Pero si no le vamos infundiendo valores- porque no los tenemos -¿ qué será de él? Un eslabón más de la cadena del vacío. Esta pregunta me da pavor. A mis 15 años comencé a dejar la fe, columna vertebral del mundo fascinante interior, motor que te lanza cada día a ver preciosos horizontes en ti mismo- no fuera de ti -. Y ahora me encuentro como un ser que no tiene fundamento religioso alguno. Mi dios soy yo mismo ¡Y vaya dios! No valgo un pimiento. Que conste que no estoy depresivo. Cuento la realidad que ha creado en mi este maldito vacío. No sé cómo desprenderme de él. No puedo compartir nada. No puedo tomar un compromiso serio con nadie. Me doy asco a mí mismo. ¿Cómo puedo ser compañero de alguien para siempre si tengo el espíritu vacío? Me atormenta todo mi mundo.
Y que conste, sin duda alguna, que os lo cuento con sinceridad. No soy un viejo biológico, pero, en el fondo, sí que soy más que el anciano que tiene encendida todavía en su alma la ilusión por vivir.
Está su espíritu joven. No como el mío, quemado, ajado y podrido a los 26 años. ¡Que se dice pronto! Soy una suma de cosas externas que solamente han creado en mí vaciedades estúpidas. Mi comunicación, por tanto, no tiene sentido, salvo que haya muchos- millones- que como yo se han construido una personalidad falseada y centrada en la simple y pura evasión de todo, y en la huida de mi
mismo.


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