Biografía de San José Sánchez del Río, el Niño Cristero

San José Sánchez del Río

El domingo 16 de octubre de 2.016 se celebró en Roma la canonización de José Sánchez del Río, el "niño cristero", que tenía algo menos de 15 años cuando fue torturado y asesinado en febrero de 1928 en Sahuayo (Michoacán, México), durante la persecución anticatólica del régimen laicista de Plutarco Elías Calles.

Fue beatificado el 20 de noviembre de 2005 por el Papa Benedicto XVI y canonizado como santo de la Iglesia universal, el 16 de octubre de 2016 por el Papa Francisco. El milagro que posibilitó su canonización fue la milagrosa curación en 2008 de Ximena Guadalupe Magallón Gálvez, una bebé que en Sahuayo sufrió meningitis, tuberculosis y un infarto cerebral.

El joven santo formaba parte de las milicias cristeras pero no era combatiente, y fue detenido, torturado y asesinado a sangre fría, en un ritual elaborado, invitándole explícitamente a rechazar la fe. No fue una víctima de guerra, sino de persecución religiosa por parte del poder político.

Biografía de José Sánchez del Río

El Mártir José Sánchez del Río nació en Sahuayo, diócesis de Zamora (Michoacán, México), el 28 de marzo de 1913. Fue bautizado en la parroquia de Santiago Apóstol de Sahuayo, lugar donde sería encarcelado y donde comenzaría su martirio catorce años más tarde. Sus padres fueron Macario Sánchez y María del Río que tuvieron cuatro hijos: Macario, Miguel, José (el mártir) y María Luisa. El muchacho Joselito, como era llamado familiarmente, hizo su primera comunión a la edad de unos 9 años.

Cuando comenzó el movimiento católico de los “cristeros” sus dos hermanos mayores, miembros de la Acción Católica de la Juventud Mexicana, entraron en el movimiento de Defensa de la Libertad Religiosa. En Guadalajara, donde la familia se había visto obligada a trasladarse, el joven muchacho José visita la tumba del joven abogado Anacleto González Flores, cruelmente martirizado el 1 de abril de 1927 y que sería proclamado beato en 2005 junto con otros ocho jóvenes seglares, entre los cuales estaba el mismo José, y otros tres sacerdotes.

Joselito

El joven José pidió entonces a Dios poder morir como Anacleto en defensa de la fe católica. Alcanzará tal gracia, casi un año más tarde, el 10 de febrero de 1928 en plena persecución, cuando, tras haberse unido por motivos de conciencia a los “cristeros” y sirviendo como portaestandarte de los mismos con la imagen de la Virgen de Guadalupe y los colores nacionales de México, y sin tomar parte directamente en los conflictos armados, cayó prisionero de las tropas gubernamentales, cuando libremente cedió su caballo a uno de los “jefes cristeros” para que pudiese escapar, plenamente consciente que ello significaba su captura y una posterior muerte atroz.

Joselito rezaba el Rosario diariamente y recibía los Sacramentos, aunque estaban prohibidos.

Los 27 testigos de su Proceso sobre el martirio lo recuerdan como un muchacho normal, sano y de carácter jovial, y aseguran que acudía al catecismo y se distinguía por su compromiso en las difíciles actividades parroquiales, no permitidas en aquellos tiempos de persecución; se acercaba a los sacramentos, cuando podía, porque el culto público estaba prohibido, poniendo en peligro su vida; rezaba cada día el santo rosario junto con su familia, profundamente cristiana. A pesar de ser todavía muy joven, José sabía muy bien lo que estaba viviendo México en aquella persecución.

Insistencia para ir con los cristeros

José Sánchez del Río, portaestandarte A partir de aquel momento su resolución fue cada vez más fuerte pidiendo a sus padres el permiso para unirse a los “cristeros”, que a pesar de una inicial razonable prudencia por parte de sus padres como de los dirigentes “cristeros”, dada su joven edad, finalmente lo consintieron. A las objeciones de sus padres, el joven muchacho respondía: “Mamá, nunca ha sido tan fácil como ahora ir al cielo.

Finalmente, el joven muchacho obtuvo la bendición paterna y pudo unirse a ellos. En el verano de 1927 intenta unirse a los “cristeros” junto con otro amigo suyo, adolescente como él, Lázaro, y tras múltiples aventuras, logran alcanzar a los “cristeros”, que repetidamente querían devolverlos a sus casas, dada su joven edad y los peligros mortales a los que se exponían.

Las ocupaciones de José consistían fundamentalmente en la de servir en sencillas tareas que no comportaban en absoluto su empeño en la lucha activa y en ser portaestandarte. En un choque entre los “cristeros” con las tropas gubernamentales el 6 de febrero de 1928, el joven José cedió su caballo a un líder cristero y así cayó preso junto con un joven amigo suyo indio.

Carta a su madre: dispuesto al martirio

Presos en la población de Cotija, el mismo día 6 pudo mandar una carta a su madre desde la cárcel oscura y maloliente de Cotija.

«Cotija, lunes 6 de febrero de 1928. Mi querida mamá: Fui hecho prisionero en combate este día. Creo que en los momentos actuales voy a morir, pero nada importa, mamá, resígnate a la voluntad de Dios, yo muero muy contento, porque muero por Nuestro Señor. No te apures por mi muerte, que es lo que me mortifica; antes, diles a mis otros hermanos que sigan el ejemplo del más chico y tú haz la voluntad de Dios. Ten valor y mándame la bendición juntamente con la de mi padre. Salúdame a todos por última vez y tú, recibe por último el corazón de tu hijo que tanto te quiere y verte antes de morir hubiera deseado. Joselito José Sánchez del Río».

Su parroquia, profanada y convertida en cárcel-establo

Procesión de Joselito en Sahuayo Llevaron a los dos muchachos el 7 de febrero a Sahuayo y fueron encerrados en la iglesia parroquial de Santiago, transformada en cárcel de varios católicos y en caballeriza de las tropas gubernamentales. Los soldados, entre otras profanaciones, habían convertido el presbiterio y el Tabernáculo en un gallinero de “gallos de pelea”, propiedad del jefe político de la región. Ante tal profanación, el joven José reaccionó con fuerza matando a los gallos, y sin miedo a las amenazas de muerte de parte de aquel jefe, que entre otras cosas había sido amigo de familia y su padrino de primera comunión.

Él, que se había distinguido siempre por su devoción a la Eucaristía, respondió a aquel jefe el 8 de febrero: “La casa de Dios es para rezar, no para usarla como un establo de animales… Estoy dispuesto a todo. Puede fusilarme. Así me encontraré enseguida en la presencia de Dios. "

Uno de los soldados lo golpeó violentamente en la boca con la culata del fusil rompiéndole los dientes, como de hecho se pudo constatar durante la exhumación de sus restos. Como venganza inmediata, y en presencia de José, su compañero Lázaro fue ahorcado en la plaza frente a la iglesia; creyéndolo muerto lo abandonaron y fue salvado por el sepulturero, mientras José continuó encarcelado en el baptisterio de la iglesia, donde había sido bautizado.

Invitándolo a cambiar de bando

Lo invitaron repetidamente a pasar a la parte de los perseguidores; y aquel jefe político le hizo diversas propuestas muy halagadoras como la de inscribirlo a la prestigiosa escuela militar del Régimen o la de mandarlo a los Estados Unidos, pero el joven las rechazó con firmeza.

Aquel jefe político pidió entonces a la familia del joven un rescate de 5000 pesos de oro que el papá de José entregó, y que el perseguidor recibió a pesar que ya había hecho asesinar al joven la noche anterior. José había pedido repetidamente a sus papás que no pagaran aquel rescate en cuanto que ya había ofrecido su vida a Dios y que “su fe no estaba a la venta”.

El 7 de febrero, llevados a Sahuayo, y ya encarcelados en el templo parroquial, los militares comunicaron a los dos jóvenes muchachos su decisión de fusilarlos. Allí permanecerían tres días. El 10 de febrero de 1928, trasladaron a José hacia las 6 de la tarde desde la parroquia a un mesón cercano. Hacia las 7 de la tarde logra mandar una carta a su tía María, donde le comunica que sería fusilado poco después por su fidelidad a Cristo y a la fe católica, y le pide que otra tía, llamada Magdalena, le llevase la Comunión. Lo logrará. Todo aconteció hacia las 8 de la noche.

Le cortaron la planta de los pies

En aquel mesón, convertido en cuartel de las tropas, los soldados le desollaron los pies con un puñal.

Lo atestiguan dos testigos así: “Al tercer día de prisión, a deshora de la noche, lo sacaron a un mesón que se encontraba por la calle Santiago frente a la parroquia, los soldados le desollaron los pies con un cuchillo. Entre donde estaba José y donde yo estaba, había solo una pared de por medio y yo oía a José que decía: “¿Qué esperan, qué esperan?". No oí lamentos, solo escuchaba la voz resignada de José. Yo vi las huellas de sangre de las plantas de los pies en el portal llamado de Arregui, que está sobre la calle que conduce al panteón. En el mesón también lo torturaron. Lo llevaron de noche porque no querían que la gente se diera cuenta de que lo iban a matar. Se lo llevaron al panteón donde primero fue acuchillado y después le dieron el tiro de gracia en la cabeza”. “Cuando le cortaron las plantas de los pies, lo hicieron andar sobre sal de Colima (que son granos muy gruesos). Después, lo sacaron del mesón y lo llevaron caminando descalzo y sangrando lo llevaron caminando en el empedrado hasta la boca del portal; cada paso que daba dejaba la huella de sus pies totalmente ensangrentados, una pura llaga,…”.

Hacia las 11 de la noche tras desollarle los pies, le hicieron caminar, golpeándole, a través de la calle que iba hasta el cementerio municipal. Los carnífices querían obligarlo a apostatar de la fe con las torturas, pero no lo lograron. Sus labios solamente se abrían para gritar “¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!”.

Ejecución final

Llegados al cementerio el jefe de los soldados ordenó a los mismos apuñalarlo para impedir que se pudiesen escuchar los disparos en la población. Había el toque de queda. El joven mártir, a cada puñalada, gritaba con un filo de voz: “¡Viva Cristo Rey!”, “¡Viva Santa María de Guadalupe!”. Entonces, el jefe militar, con su pistola, le disparó un par de tiros en la cabeza. Su cuerpo fue arrojado en una pequeña fosa, recubierto con poca tierra. Eran las 11.30 de la noche del viernes 10 de febrero de 1928.

Luego, durante la noche profunda, el sepulturero y algunas buenas almas, a escondidas, regresaron al lugar, lo sacaron del foso, lo cubrieron con una sábana y lo volvieron a sepultar en el mismo lugar. En 1954, los restos del Mártir fueron inhumados y trasladados a la iglesia cercana del Sagrado Corazón. En 1996 fueron de nuevo inhumados y transportados a la parroquia de Santiago Apóstol de Sahuayo, a un costado del baptisterio, donde había sido bautizado y donde había estado preso hasta poco antes de su martir.

La Iglesia tuvo que llevar su acción pastoral en clandestinidad. Mas no lo permitió el Gobierno. La policía se dedicó a buscar, registrar y catear casas donde privadamente se celebraban los sacramentos y los sacerdotes fueron perseguidos y buscados como malhechores.

Los sacerdotes, por una orden gubernamental, eran obligados a abandonar las parroquias rurales y concentrarse en las ciudades, cerrándoles así el campo de acción. La mayor parte desobedeció. Sería el campo fecundo de los mártires.

Por su parte, el papa Pío XI no se calló ante tanta injusticia y tanta sangre derramada. A lo largo de su pontificado, dedicó a la situación mexicana 5 encíclicas y los obispos, varias cartas colectivas. Fue el pueblo fiel el que luchó con denuedo por los derechos a la libertad de conciencia.

Ante todo, hay que recordar que el catolicismo mexicano de los comienzos del siglo XX destacaba en el ámbito del catolicismo latinoamericano por su vivacidad y su compromiso social.

El padrino de Joselito fue quien encargó su muerte

El padrino de José Sánchez del Río era el diputado Rafael Picazo Sánchez, natural y vecino de Sahuayo, diputado por el distrito de Jiquilpan y gozaba de gran poder político y autoridad en toda la comarca, ya que secundaba incondicionalmente las órdenes del general presidente Plutarco Elías Calles.

Casi todos los testigos del Proceso de martirio no dejan de referirse a él, casi siempre con juicios bastante duros, que se pueden resumir así: el diputado Rafael Picazo pertenecía a una familia muy católica, pero él por sus relaciones con el Gobierno y por convenir así a sus intereses personales, se convirtió en perseguidor implacable de la Iglesia católica; en este juicio vienen a coincidir todos.

Uno de ellos así lo resume: “[En Sahuayo la persecución] se inicia el 26 de julio de 1926; el diputado Rafael Picazo traía la consigna de Calles de acabar con el cristianismo y con los templos”. Y otro: “Picazo hacía cosas muy malas y no quería a los cristeros y mataba a todo el que agarraba; por eso mató a José, por cristero”.

Este personaje, Picazo, jugará por todo ello un papel relevante en la detención y en el asesinato cruel del muchacho José Sánchez del Río, del que para mayor dolor dramático era su padrino de primera comunión y familiar y antiguo amigo de su familia.

Cuando Joselito entregó su caballo al general Guízar Morfín

En un enfrentamiento que tuvieron las tropas cristeras con las fe­derales del general Tranquilino Mendoza, el 6 de febrero de 1928 al sur de la población de Cotija, casi lograron tomar prisionero al jefe cristero Guizar Morfín porque le mataron el caballo, pero José bajándose rápidamente del suyo en un acto heroico se lo ofreció.

Y así sucedió: el general Guizar Morfín pudo escapar, pero las tropas federales en aquella escaramuza hicieron prisioneros a José Sánchez del Río y al joven indígena llamado Lázaro. Los llevaron maniatados hasta Cotija en medio de golpes e injurias, “Vamos a ver qué tan hombrecito eres”. José no dejó escapar ni un quejido y rezaba para fortalecer su espíritu y poder sobreponerse a las humillaciones y tormentos.

Canonización

Huellas rojas de pies desollados La canonización del niño cristero José Sánchez del Río el 16 de octubre de 2016 fue recibida con gran alegría en México. Unas 20.000 personas se juntaron en la ciudad del mártir adolescente, Sahuayo (Michoacán), donde nació y donde fue torturado, acuchillado y rematado de un tiro cuando contaba con 14 años, el 10 de Febrero de 1928.

La Calzada de los mártires cristeros.

En una multitudinaria procesión juvenil los fieles elevaron al cielo un Rosario de globos de helio como símbolo de inicio de las celebraciones ininterrumpidas por la canonización de Joselito, como le llamaban sus familiares y seres queridos, y ahora sus devotos. Él era asiduo rezando el Rosario, y dirigía el rezo del Rosario en el campamento cristero.

Procesiones y huellas ensangrentadas

Otro acto emotivo en Sahuayo fue la concurrida procesión en honor al nuevo santo, que comenzó en el Panteón Municipal y culminó en la Calzada de los Mártires Cristeros.

Un espacio que animaba a reflexionar fue "la vía de la agonía de Joselito", un camino de velas y huellas rojas de pies descalzos, en recuerdo de las manchas de sangre que el santo iba dejando en su camino hacia el Cementerio donde fue asesinado por odio a la fe. Le habían desollado las plantas de los pies y sus pies ensangrentados marcaron todo el camino.

Oración a San José Sánchez del Río

Señor Dios, que otorgaste
la palma del martirio a
San José Sánchez del Río,
al profesar y defender
con su sangre la fe
en Cristo Rey del universo.

Concédenos por su intercesión,
alcanzar la gracia de ser como él,
fuerte en la fe,
seguros en la esperanza,
y constantes en la caridad.

Por Cristo Nuestro Señor.

Amén


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