Vicente, hombre de su tiempo

No es extraño, por tanto, que en los Manuals de Consells de la ciudad de Valencia vayan apareciendo los acuerdos tomados por dicho Consell siguiendo sus indicaciones y las consultas que le dirigieron, siendo paradigma de lo que ocurrió también en otros lugares. Así, en 1390, a instancias de Vicente, se determinó una cantidad de dinero para las prostitutas que iban a casarse con el fin de que no recayesen en el pecado
Una serie de leyes se tomaron en 1410 sobre los juegos y otros aspectos de la vida social; o en enero de 1413, estando en Alzira, le pidieron que predicase contra aquellos que almacenaban el grano de trigo u otros cereales, que escaseaban en la ciudad; o las peticiones reiteradas para que acudiese a Valencia a poner paz entre los Centelles y Vilaraguts, dos bandos enfrentados y que llevaban años ocasionando muertes. También en 1410 fue el promotor de los acuerdos entre el Obispo y la ciudad para la creación de un Estudio General, que si bien tuvo corta vida, es uno de los precedentes de la posterior Universidad. Así como apoyó la urgente creación de unas instituciones que aliviaran marginaciones ciudadanas, tal es el caso del Colegio de Niños Huérfanos. Son meros brochazos de su acción al respecto que, por otra parte, responden a una mentalidad y actitudes vitales que no son exclusivas suyas, sino comunes a otros contemporáneos suyos.

Esta encarnación y transmisión de la Palabra de Dios exigía urgente cambio radical de costumbres en el clero, religiosos y demás cristianos. Por eso se ha dicho que el Maestro Vicente era "predicador de penitencia y reforma". El Pare Vicent fue un fustigador de los vicios e injusticias sociales existentes, en ocasiones con características de verdadero profeta apocalíptico, tremendista y catastrofista respecto al inminente fin del mundo.

Habría sido el "Ángel del Apocalipsis", siendo su predicación una permanente mención del Juicio Final. Efectivamente predicó de este Juicio, aunque es pequeño el porcentaje de sus sermones recogidos por los copistas y conocidos hoy que hablan de este Juicio sin más. Sin olvidar que lo hizo en muchas ocasiones, como él mismo lo manifiesta, a petición del auditorio. Además, ¿no forma parte de los contenidos de la fe cristiana ortodoxa, siendo una costumbre en boga ya en el siglo XIII y que después Arnaldo de Vilanova, la "Peste Negra", la ausencia del Papado de Roma y el mismo Cisma, había actualizado?

Hemos aludido a sus sermones. Dichas piezas escritas en su lengua vernácula, en latín y en castellano, quedando todavía algunas inéditas nos muestran otro aspecto de su magisterio. Fue un predicador fundamentado en las Sagradas Escrituras y la Tradición; predicación abundante y rica sobre todo en contenidos dogmáticos fundamentales (sobre Jesucristo, la Virgen María, la unidad de la Iglesia, etc.) y morales (reforma de costumbres y otros aspectos sociales). Pero también un hombre de Iglesia abierto al mundo intelectual. Su mente imaginativa y viva, amó la lógica y buscó siempre el razonamiento y la síntesis. Su espíritu fue siempre libre, con la libertad de aquellos que a ningún poderoso de la tierra se esclavizan y hablan como hijos de Dios. Buscó e invitó a buscar la santidad por los caminos del equilibrio humano y cristiano, huyendo de estridencias que sólo llevan al cansancio y al desaliento.
Con un lenguaje vivo, popular, rico en ejemplos, dichos y parábolas, de intensidad persuasiva y plasticidad y habilidad oratoria, obtuvo un extraordinario éxito entre sus coetáneos. A sus predicaciones asistían multitudes, además de su abigarrada Compañía. Contrario a algunos postulados de los incipientes humanistas, el austero asceta se dirigía al pueblo llano e insistía en la reforma de las costumbres, la práctica sacramental, la austeridad, la oración y la pacificación entre las personas, familias y naciones como preparación ante la imprevisible muerte de cada uno o del fin del mundo, en el que el Señor emitirá un juicio favorable para quienes hayan colaborado en la gestación de un mundo diferente, donde las espadas se hayan convertido en arados.



Escuchemos lo que dice el dominico valenciano Vicente J. Antist, biógrafo suyo ya en el siglo XVI: "acerca de los sermones del Santo que andan impresos, es de saber que no los juntó él con intento de imprimirlos porque entonces aún no existía la imprenta.
Tampoco los juntó él para publicarlos, pues vemos que en algunos de ellos se nombra el Maestro Vicente en tercera persona; sino que sus discípulos los escribieron predicando él y después los tradujeron en lengua latina, nada elegantemente, pero no sin harta devoción. Y con todo, dice muy bien Flaminio [otro de los pri
meros biógrafos] que estos sermones son como una sombra o cifra de los que san Vicente predicó. Y dice muy bien, porque en ellos se hallan sus palabras muertas y no el espíritu con que las dijo. Y con todo, las mismas palabras muertas mueven extrañamente".
Una tradición recogida en las actas de su Proceso de Canonización, divulgada por sus primeros grandes biógrafos y magnificada por las apologías de algunos de sus conciudadanos, ha sostenido que siempre empleó su lengua materna, aun cuando estuviera en países de lengua no románica. Este hecho le añadió la aureola de símbolo del idioma del pueblo valenciano.
Para una más exacta valoración del hecho, hay que tener en cuenta su formación clerical en latín y que como ya se ha indicado estudió en Barcelona, Lérida y Toulouse, así como que a lo largo de su vida entró en contacto con personas de otras lenguas. Años y años de contactos y experiencias lingüísticas que no debieron pasar en vano. Parecería ser que el Maestro Vicente dominaba con más o menos facilidad las lenguas románicas de los países donde predicó (es decir: el valenciano, el catalán, el castellano, el aragonés, el occitano, el francés y el italiano) y que se adaptó lingüísticamente a sus auditorios. No es descartable que, fuera de estos ámbitos, supliese sus posibles déficits lingüísticos con recursos de su lengua propia o de otras.

También es bien probable que, en determinados contextos lingüísticos, usase esporádicamente la lengua de los miembros que integraban su Compañía en cuanto eran sus oyentes en ese momento.
Respecto a la atribución del don de lenguas que constatan numerosas declaraciones de su Proceso pero contradecida en otras e ignorada por la documentación coetánea del santo puede explicarse desde la sociolingüística diacrónica, o sea de sus cambios a través del tiempo.
Por otro lado, la sugestión colectiva, la inducción institucional y la ausencia de nacionalismo lingüístico son algunas de las claves básicas para entenderla. Sin dejar de lado, el que siempre disertó en países de habla románica, la similitud de las lenguas romances, no tan diferenciadas como ahora, y la enorme cantidad de gestos que empleaba.

 

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